Publicado por Orestes Eugellés Mena
Autor: Mário Soares (*)
Europa está sufriendo una decepción tras otra y no se vislumbra cómo la Unión Europea y el euro van a salir del embrollo en el que sus dirigentes se han metido y nos han metido a todos los europeístas.
Así es: la Cumbre Europea del 9 de diciembre pasado había sido presentada como una decisiva oportunidad y resultó —creo que para la abrumadora mayoría de los europeos— todo lo contrario, indecisa y muy decepcionante.
Como se ve en estos días, la crisis del euro está lejos de haber sido superada ya que sigue sometido a los embates de los mercados especulativos y a las temidas e inaceptables agencias de rating.
La desagregación de la UE no ha quedado enteramente fuera de cuestión, pese a que el apartamiento de Gran Bretaña y al aislamiento de su Primer Ministro, David Cameron, infundió gran alivio a los europeístas y dejó mal parados a sus aliados: Suecia, República Checa, Polonia, Dinamarca, Hungría, Bulgaria, Letonia, Lituania y Rumania. Sin olvidar a la City…
En este cuadro confuso emerge como vencedora la canciller alemana Angela Merkel, gracias a la terquedad y falta de visión que la caracterizan. Ella sigue adelante, no obstante las críticas crecientes que enfrenta en el interior de su país y en el exterior. Entre los primeros se destacan algunos demócratas cristianos serios, como su antecesor Helmut Kohl. Por su parte el Presidente francés, Nicolas Sarkozy, que se ha convertido en una especie de ayudante de Merkel, ha perdido en toda la línea, lo que seguramente perjudicará su campaña electoral.
Resultado: el Banco Central Europeo no tiene las facultades que corresponden a esa institución en otros países, como por ejemplo la Reserva Federal estadounidense o sus homólogos de Gran Bretaña o Japón, y por lo tanto carece de herramientas indispensables para enfrentar la crisis; a la Comisión Europea o al Presidente de la UE, prácticamente nadie los escucha; y el Parlamento Europeo, que en el plano institucional representa al “Pueblo Europeo”, podría y debería tener una voz y una presencia en las Cumbres regionales, pero es ignorado. Es una pena, ya que le corresponde la defensa del Proyecto Europeo.
Si todo esto sucede, es por la falta de coraje y de capacidad de los protagonistas de las instituciones que he mencionado y que, instalados en el confort de sus fructuosos cargos, evitan el riesgo de emitir opiniones que no sean rutinarias. De esta manera, estas y las cumbres anteriores, son vacuos ejercicios: muchas promesas que nadie sabe si podrán ser cumplidas y muy pocos pasos efectivos para defender el euro y alejar el riesgo de desintegración de la Unión. Continuamos al borde del abismo, sin enderezar el rumbo y emprender un camino acorde con las enseñanzas de Jacques Delors, Helmut Khol, Helmut Schmidt, y muchos otros.
En este escenario incierto la gran novedad es el apartamiento de Gran Bretaña en razón de que no fueron satisfechas las exigencias —no aceptables— de Cameron y junto con ello, que Londres haya quedado aislada del grupo de sus antiguos aliados europeos que hasta ahora no han querido adherirse al euro. Es así que Londres ha dejado de tener “un pie en Norteamérica y otro en Europa”. Esto sin duda clarifica su posición, mientras le crea problemas a la City y, finalmente, elimina la presión británica para convertir el Proyecto Europeo en una suerte de EFTA, es decir en una mera Asociación de Libre Comercio, como siempre trató de hacer en el pasado.
Hay valores fundamentales, como la solidaridad y la igualdad entre todos los Estados, que están desapareciendo paulatinamente. La justicia social —una de las grandes conquistas de la posguerra— está siendo eliminada poco a poco, y lo mismo acontece con los derechos humanos.
Los mercados especulativos todo lo corroen —incluso la democracia— según la advertencia del gran filósofo alemán Jürgen Habermas.
Es cada día más obvio que sin una seria ruptura con el neoliberalismo y la adopción de una regulación ética de la globalización, la UE y el euro entrarán, inexorablemente, en una profunda decadencia que nos afectará a todos, primeramente a los europeos e, indirectamente, al equilibrio mundial.
(*) Mário Soares, ex Presidente y ex Primer Ministro de Portugal.
(Tomadodel periódico Granma)
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