Cuba: La bandera de la dignidad
Publicado por Orestes Eugellés Mena
El pasado 17 de diciembre gran parte del mundo escuchó atentamente a los presidentes Barack Obama y Raúl Castro dando discursos simultáneos anunciando  un deshielo en el conflicto de más de medio siglo entre Estados Unidos y  Cuba. Sus poderosas, inesperadas palabras estuvieron acompañadas de la  liberación de Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, que  habían sido encarcelados injustamente por más de 16 años en Estados  Unidos. Alan Gross,  un contratista de la USAID detenido en Cuba por cargos de subversión,  también fue liberado en el intercambio, junto con Rolando Sarraff  Trujillo, un doble agente cubano que trabajaba para la CIA.
 El intercambio de prisioneros y el deshielo declarado era sólo el  comienzo. Semanas más tarde, a mediados de enero, Obama suavizó las  restricciones sobre los viajes a Cuba para los ciudadanos de Estados  Unidos y puso en práctica una serie de medidas que abrieron la puerta  para permitir empresarios estadounidenses explorar oportunidades en  Cuba. Durante su discurso del Estado de la Nación, pidió levantar el  bloqueo contra Cuba y reiteró las medidas concretas que su gobierno  estaba tomando para restablecer relaciones con el gobierno de Castro. En  marzo, el primer vuelo directo en décadas desde el aeropuerto JFK de  Nueva York a La Habana comenzó a operar y de pronto ni una habitación  libre se encontraba en la capital de Cuba.
 Funcionarios de alto  nivel de Washington y La Habana continuaron las negociaciones durante la  primavera y se acordaron detalles para la próxima gran etapa del  deshielo: la reapertura de embajadas y  la formalización de relaciones diplomáticas. Aunque fuertes  discrepancias y diferencias amenazaban con impedir el progreso, ambas  partes estaban decididas a seguir adelante. Confirmaron la fecha para  abrir las embajadas de Cuba y Estados Unidos en Washington y La Habana, y  comenzaron los preparativos.
 Justo a la medianoche del 20 de  julio fueron oficialmente restauradas las relaciones diplomáticas entre  Cuba y Estados Unidos y sus respectivas embajadas comenzaron a  funcionar. Conrad Tribble, el segundo de la Embajada de Estados Unidos  en La Habana tuiteó al toque de la medianoche, "Hice la primera llamada  telefónica al Departamento de Estado desde la Embajada de Estados Unidos  en La Habana. No existía desde enero 1961.”  Minutos después, la cuenta  de Twitter @USEmbCuba escribió: "Hola amigos! Saludos desde la Embajada  de Estados Unidos en La Habana, Cuba".  Pero no fue sino horas después  que las verdades celebraciones comenzaron, más de mil millas al norte de  la capital de Cuba, en Washington, DC.
 La multitud comenzó a reunirse poco después del amanecer en frente del  edificio histórico en la calle 16 en el barrio de Adams Morgan en la  capital estadounidense. Cientos de periodistas buscaban los mejores  lugares para su cobertura exclusiva de uno de los eventos más esperados  en décadas, mientras la policía de Washington y los oficiales del  Servicio Secreto colocaban barreras alrededor de la entrada de 2630 16th  Street NW. Filas de distinguidos invitados comenzaron a formarse en los  lados del edificio, todo el mundo tratando de escaparse del sol y del  calor tropical que dio el día una sensación real de estar en Cuba.  Famosos periodistas mostraban sus credenciales intentando convencer al  protocolo cubano para dejarlos entrar antes de los demás, para que  pudieran obtener la primera exclusiva. Senadores, congresistas,  celebridades y ejecutivos de negocios estaban esperando en la cola,  junto a los amigos y aliados de Cuba, mientras gotas de sudor formaban  en sus frentes y la anticipación de los acontecimientos de la mañana se  hizo más fuerte. Había una energía nerviosa en el aire, un sentimiento  colectivo encargado de la emoción de décadas de lucha y resistencia que  llevaban a muchos pensar que jamás iban a ver esta victoria en sus  vidas.
 Minutos después de las 10 de la mañana, más de 500  invitados pasaron al interior del recinto. Llegamos hasta las escaleras  de la puerta que enmarcaban la entrada ya en fase de preparación para la  ceremonia inaugural. Justo a las 10:33 am, las grandes puertas  abrieron, y el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno  Rodríguez, lideró la modesta delegación por el pasillo hasta el asta de  acero, parado firme y desafiante como un recordatorio de la Guerra Fría.  Pero esa mañana, el intenso calor no fue solamente generado por el sol  que brillaba sobre la multitud de abajo mirando fijamente al asta de la  bandera. El deshielo había llegado tan rápido como el derretimiento del  hielo en el sol caliente de la Habana (o de Washington, DC).
 De  repente tres soldados cubanos marcharon por el pasillo, los tambores  guiando su ritmo patriótico, y de pronto los colores del azul y blanco  con la estrella solitaria radiante abrazada en rojo revolucionario se  izaron en una proclama gloriosa de victoria. Fue un momento congelado en  el tiempo, un día por lo cual muchos lucharon pero pocos creían que iba  a llegar. Lágrimas fueron acompañadas de gritos de alegría, "¡Viva  Cuba! Viva Fidel”  se escuchaba en coro por las calles que rodeaban la Embajada. Al  comenzar el Himno Nacional de Cuba, las emociones alcanzaron su punto  máximo y la voz de Cuba, silenciada durante tanto tiempo por los poderes  sentados a pocas cuadras de distancia en esa capital, tomó el centro  del escenario, fuerte y clara. El triunfo de la Revolución Cubana sobre  el imperialismo estadounidense estaba aquí y ahora. Cuba venció.
 Las cámaras se disparaban y los teléfonos celulares se levantaban en  alto para atrapar el recuerdo de la bandera heroica ahora anunciando con  orgullo la restauración del territorio soberano de Cuba en todo su  esplendor, y nos entramos al edificio detrás de la delegación cubana a  consagrar el interior. Una gran escalera de mármol dio la bienvenida a  los invitados, mientras la grandeza del elegante edificio de 1917 abrazó  a los visitantes. Las paredes y los techos adornados se brillaban de la  reciente remodelación, lo que reflejaba también la renovación de las  relaciones con Washington. En la parte superior de las escaleras al otro  lado estaba colgado la bandera cubana original que volaba en este  edificio hasta 1961. Fue rescatada y guardada por una ex empleada de la  embajada durante 54 años y ahora se presenta como un recordatorio de la  resistencia y determinación de la nación caribeña.
 El  canciller Rodríguez se dirigió a la multitud comprimida en el salón  majestuoso en la segunda planta. "Este acto ha sido posible por la libre  e inquebrantable voluntad, la unidad, el sacrificio, la abnegación, la  heroica resistencia y el trabajo de nuestro pueblo, y por la fuerza de  la Nación y la cultura cubanas", afirmó, también agradeciendo "la  conducción firme y sabia del líder histórico de la Revolución Cubana  Fidel Castro Ruz", que una vez visitó este lugar en 1959 con la  esperanza de avanzar las relaciones bilaterales.
 El jefe de la  diplomacia de Cuba recordó a todos los presentes que, si bien este  momento merece celebración y júbilo, aún queda mucho por hacer. El  bloqueo de Estados Unidos contra Cuba aún se mantiene, al igual que la  base militar estadounidense en territorio soberano de Cuba en Guantánamo.  Sin embargo, los mojitos fueron servidos en la barra de Hemingway en el  segundo piso de la restaurada Embajada de Cuba y abogados, periodistas,  activistas y otros viejos amigos de Cuba brindaron por la victoria.  Silvio Rodríguez, el más prolífico cantautor de Cuba, quien formó parte  de la delegación para este evento, comentó que incluso él tuvo  dificultades para expresar sus sentimientos acerca de este día.
 En medio de las voces alegres que hacían eco en las magníficas paredes  de la Embajada, los viejos amigos encontrándose con abrazos, y los  inversionistas y ejecutivos de negocios frenéticamente buscando nuevas  oportunidades en Cuba, el canciller cubano salió a reunirse con el  secretario de Estado, John Kerry, el primer encuentro de este tipo en territorio estadounidense en más de 50 años.
 Fuera de la Embajada, las celebraciones continuaron. Una fiesta  espontánea se prendió en la calle con salsa y baile, la gente sonriente,  abrazándose y bailando con alegría hasta el atardecer.
Poco más de un millar de millas al sur en La Habana, la Embajada de Estados Unidos también abrió sus puertas, pero no hubo celebración ni bandera izada. La otra bandera roja, blanca y azul, con sus 50 estrellas no será visible hasta que Kerry va a Cuba en agosto para la ceremonia inaugural.
Aun así, este día fue un símbolo de lo que este momento realmente significa. Cuba ha derrotado a más de medio siglo de agresiones de Estados Unidos sin arrodillarse ni una vez. Cuba ha demostrado que aunque pequeña en tamaño, es posible luchar contra los obstáculos más poderosos, resistiendo incluso frente a las mayores dificultades. La bandera cubana merece ser la primera en volar en alta, porque ésta victoria pertenece a Cuba.
Tomado de Rusia Today
 
       
		
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