Unión Europea en 2012: Vanos esfuerzos
Publicado por Orestes Eugellés Mena
Los líderes de la Unión Europea (UE) realizaron durante 2012 cinco cumbres y dos reuniones informales con agendas centradas en contener la crisis de la eurozona y fortalecer la integración del bloque, pero sin resultados alentadores en ambos frentes.
El año comenzó con cierta frustración, después de varios encuentros en 2011 considerados como “la última oportunidad” para salvar al euro.
Bajo este ambiente pesimista fue convocada una reunión fuera de programa el 30 de enero, donde el eje franco-alemán, encabezado por el entonces presidente Nicolás Sarkozy y la canciller federal Ángela Merkel, insistieron en el pacto de austeridad presupuestaria que impone severas medidas de ajuste en todo el bloque.
Dicho proyecto provocó un fuerte rechazo entre organizaciones sociales y sindicales de los países más afectados por la crisis, como Grecia, Italia, España y Portugal, donde las medidas de ajuste aumentaron el desempleo, la desigualdad y la pobreza.
En Francia el tema se sumó de inmediato a la campaña electoral, en ese momento en curso, y François Hollande, candidato al Palacio del Elíseo por el Partido Socialista, prometió renegociar el pacto en caso de ganar la carrera presidencial.
Numerosas voces advirtieron que la austeridad extrema conduce a una reducción del consumo, contrae la economía y causa recesión, y pusieron como ejemplo lo ocurrido en Grecia, donde dos voluminosos paquetes de rescate entregados a cambio de aplicar políticas de ajuste, en lugar de resolver el problema, lo agravaron.
A pesar del rechazo popular, la dupla Merkel-Sarkozy, o Merkozy como la bautizaron los medios de comunicación, logró en la cita semestral del 1 y 2 de marzo que los 17 miembros de la zona euro firmasen el acuerdo.
Otros ocho países de la UE se mostraron favorables a adherirse y sólo el Reino Unido y la República Checa estuvieron en contra.
El tratado obliga a los firmantes a mantener el déficit fiscal por debajo del tres por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), y una deuda pública no mayor del 60 por ciento de este indicador, so pena de sufrir sanciones económicas automáticas.
Además, como garantía de cumplimiento deben elevar estos compromisos a rango constitucional o por medio de una ley con poderes suficientes, lo que se conoce como la “regla de oro”.
Un atisbo de esperanza contra estas políticas se produjo con la derrota electoral de Sarkozy en Francia y el ascenso al poder de Hollande, cuyo partido también se hizo con el control en la Asamblea Nacional.
El eje franco-alemán pareció quedar roto definitivamente cuando el flamante presidente galo pronunció, la misma noche de su victoria en las urnas, la frase de que “la austeridad no debe ser una fatalidad en Europa”.
Los vientos de cambio en Francia, junto al ascenso en Grecia de la Coalición de Izquierda Radical, Syriza, que se convirtió en la segunda fuerza política de ese país, fueron el plato fuerte de la cena informal de los jefes de Estado y Gobierno de la UE la noche del 23 de mayo.
Por primera vez en mucho tiempo, la palabra “austeridad” estuvo acompañada por el término “crecimiento económico”, una ecuación difícil de resolver, pero menos agresiva para los pueblos que el ajuste a secas propuesto hasta entonces.
Las ilusiones, sin embargo, comenzaron a desvanecerse en la reunión ordinaria de finales de junio, cuando Hollande terminó aceptando el pacto presupuestario sin cambiarle una coma, a cambio de agregarle un fondo para el crecimiento dotado con 120 mil millones de euros, cuyos detalles no están definidos aún.
El parlamento francés ratificó a la postre ese tratado y aprobó la “regla de oro”, igual que los demás países de la zona euro, con lo cual se demostró que, aún sin su aliado Sarkozy, Ángela Merkel sigue imponiendo sus condiciones en el bloque.
Otro ejemplo de esto ocurrió con el mecanismo de supervisión bancaria, perfilado en la reunión de junio para entrar en vigor en enero de 2013, con el objetivo de impedir la especulación financiera y capitalizar a los bancos con problemas por la crisis de la deuda pública.
La canciller federal se las arregló para que en las cumbres de octubre y diciembre el tema perdiera impulso y, finalmente, el inicio de este mecanismo se postergó para marzo de 2014.
Similar destino corrió el presupuesto comunitario del período 2014-2020, objeto de una pugna entre los llamados países del sur de la Unión Europea y los del norte, encabezados por Alemania y Reino Unido, a propósito de los subsidios para la agricultura y la ayuda al desarrollo.
Las desavenencias impidieron su aprobación en la cumbre extraordinaria de noviembre y el tema quedó para una fecha sin definir del año próximo.
Todo ello conviene a Merkel, que enfrenta comicios parlamentarios en septiembre de 2013 y, si quiere mantener su puesto debe contentar a sus electores, mayoritariamente opuestos a dar más apoyo financiero a los estados dañados por la crisis.
Uno de los escasos puntos de acuerdo fue el desbloqueo a último momento del año de un paquete de ayuda a Grecia por un total de 49 mil 100 millones de euros para hacer frente a sus obligaciones y evitar la insolvencia.
Si bien el año no termina con los ribetes dramáticos de “última oportunidad” como en 2011, las proyecciones del crecimiento del PIB se mantienen negativas.
Los 27 miembros de la UE registrarán en 2012 un retroceso de 0,3 puntos en su economía, mientras en los 17 países acogidos a la moneda común la caída será de 0,4 por ciento.
En cuanto al desempleo, éste afecta a unos 26 millones de personas en todo el bloque y de ellos, 19 están en la zona euro.
En su informe sobre la Situación de la economía mundial y sus perspectivas para 2013, la ONU afirmó que la eurozona está atrapada en “un círculo vicioso de alto desempleo, fragilidad del sector financiero, mayores riesgos en su calificación soberana, austeridad fiscal y bajo crecimiento”.
A pesar de la multiplicación de las cumbres, el proceso de integración no logró ningún ascenso, la crisis sigue haciendo estragos y los signos de recuperación están presentes en los discursos de los políticos, pero no en la mesa, ni en los salarios de las familias.
(Con información de Prensa Latina)
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