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Cuando se invoca a Marx para salvar el capitalismo ALBERTO RABILOTTA*

Publicado por Orestes Eugellés Mena

ALBERTO RABILOTTA*

Las economías de Estados Unidos, Reino Unido, Europa y Japón no van bien. Donde no hay contracción predomina un pernicioso estancamiento. El desempleo sube, los salarios y el consumo bajan. Y la situación irá agravándose a medida que se apliquen los planes de austeridad que han recortado o recortarán el gasto estatal para el acceso al seguro de desempleo, que bajarán o limitarán los pagos a los jubilados y demás programas sociales, los llamados "estabilizadores automáticos" que sirven para aliviar el impacto del frenazo de la economía sobre las clases trabajadoras.

En entrevista con la televisión de la agencia Bloomberg el economista Nouriel Roubini ha afirmado que la economía estadounidense, según su lectura de los índices económicos, está atascada y yendo hacia una recesión. Un diagnóstico similar puede ser hecho a partir de la lectura de los principales índices en el resto de las economías avanzadas.

BUENAS NOTICIAS, MALOS RESULTADOS

Un despacho de John Helyar para la agencia Bloomberg, del 26 de agosto pasado, asegura que medianas empresas estadounidenses que fabrican productos muy específicos, no fácilmente reproducibles por competidores extranjeros y que tienen mucha demanda en las economías emergentes con fuerte desarrollo económico, están "abrazando" a China e India para derrotar el estancamiento en Estados Unidos, y de paso haciendo ganancias "que exceden las de los grandes manufactureros".

¿La receta del éxito? Cortar puestos en la producción en Estados Unidos y transferir parte de la producción a China. La contraparte de este éxito empresarial es que durante la Gran Recesión (2007 al 2009) se perdieron empleos en Estados Unidos, donde el sector manufacturero —según el economista Daniel J. Meckstroth de la Alianza de Manufactureros en Virginia— eliminó 2 300 000 puestos desde finales del 2007 y hasta diciembre del 2009, de los cuales solo se han recuperado unos 289 000 empleos. Y aunque estas medianas empresas pueden crear más empleos en Estados Unidos en los próximos meses, el grueso del aumento de su fuerza laboral y de su producción será en los mercados emergentes. El artículo cita cuántos em-pleos han sido eliminados por las empresas en Estados Unidos para ser creados en China o India, y cuántas inversiones de capital fijo serán hechas en esos países, que es donde se encuentra la demanda final.

Donald E. Washkewicz, presidente y director general de Parker Hannifin, una de esas empresas medianas que están generando más ganancias y aumentando sus ventas, explica el principio de seguir al consumidor: "Algunas personas nos dicen: ‘Ustedes están enviando nuestros trabajos al exterior’. Eso es un montón de mierda. Hay que seguir al cliente adonde este vaya".

INVOCANDO A MARX

En un comentario titulado Demos a Karl Marx la posibilidad de salvar la economía mundial, el economista George Magnus, consejero del banco UBS y autor del libro Uprising: Will Emerging Markets Shape or Shake the World Economy, escribe para la agencia Bloomberg que los políticos que están luchando por entender el aluvión de pánicos financieros, de protestas y otros males que afectan hoy día el mundo, deberían estudiar los trabajos de un economista muerto desde hace mucho: Karl Marx. Cuanto más temprano ellos reconozcan que estamos frente a una crisis total del capitalismo, mejor estarán equipados para hallar una salida.

Magnus recuerda que la economía global de hoy día tiene "extrañas" similitudes con las condiciones que Marx pronosticó: "Consideremos, por ejemplo, la predicción de Marx sobre cómo se manifiesta el inherente conflicto entre el capital y el trabajo asalariado. Como escribió en El Capital, al proseguir la búsqueda de ganancias y de (aumentos en la) productividad las empresas son naturalmente llevadas a emplear cada vez menos trabajadores, creando así un ejército de reserva industrial constituido por pobres y desempleados: ‘La acumulación de riquezas en un polo es, por tanto, la acumulación de miseria al mismo tiempo’," escribió Marx.

El economista va al meollo del problema cuando apunta que lo descrito por Marx es visible a través de todo el mundo desarrollado, particularmente en Estados Unidos, donde los esfuerzos de las compañías para cortar los costos y evitar contratar empleados han hecho aumentar las ganancias de las grandes empresas hasta el más alto nivel de las últimas seis décadas, mientras la tasa de desempleo se mantiene en 9,1 % y los salarios reales están estancados. Y continúa apuntando que la desigualdad en los ingresos en Estados Unidos está, según algunas mediciones, en un nivel tan alto como el registrado en los años 20 del siglo pasado, situación que condujo a la Gran Depresión.

Y retoma señalando que Marx describió la paradoja de la sobreproducción y el subconsumo: A mayor cantidad de gente relegada a la pobreza, menor será su capacidad de consumir toda la cantidad de bienes y servicios que las empresas producen. Cuando una empresa reduce los costos para aumentar sus ingresos busca hacer algo inteligente, pero cuando eso lo hacen todas a la vez, se anula la generación de salarios y de la demanda efectiva, de las cuales las empresas dependen para obtener ingresos y ganancias.

Después de citar a Marx, quien escribió que "la razón última de todas las crisis reales sigue siendo la pobreza y el consumo restringido de las masas", Magnus aconseja a los dirigentes políticos que pongan "el empleo en el tope de la agenda económica, y consideren otras medidas fuera de la ortodoxia. Esta crisis no es temporal y ciertamente no será curada por la pasión ideológica que los gobiernos tienen por la austeridad".

En la Gran Recesión (2007-2009) los países avanzados (y en proceso de desindustrialización) evitaron una depresión por la fuerte demanda de los países emergentes, el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que ahora se volvió plural (BRICS) con la inclusión de Sudáfrica. Esto no sucederá ahora porque, según Stephen King, economista jefe de HSBC Holdings PLCS de Londres, es difícil avizorar cómo las naciones emergentes pueden llegar a rescatarnos una vez más. Los indicadores económicos del BRICS muestran que esas economías están ralentizando y que si bien evitarán un aterrizaje forzoso, según el economista Joachim Fels de Morgan Stanley, no serán capaces de salvar otra vez el mundo. La situación de los países emergentes —según dijo a la agencia Bloomberg el Nobel de economía Michael Spence, profesor de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York— explica que hay actualmente 50 % de posibilidades de que la economía mundial caiga en una recesión. De ser así se notará una baja pronunciada de las ganancias de las empresas de los países avanzados que tienen sus plataformas de producción y proveen los mercados de los países emergentes, lo que explica que un buen número de analistas e inversionistas bursátiles, anticipen un mercado bajista para las plazas bursátiles.

LA OLIGARQUÍA FINANCIERA NOS CONDUCE AL DESASTRE TOTAL

En momentos en que las estadísticas de las economías validan la perspectiva de una recaída en recesión en medio de la crisis por la deuda pública en los países avanzados, los índices bursátiles recuperan parte de las pérdidas de las últimas semanas, confirmando el desacoplamiento de las finanzas respecto a la economía real. Paul Woolley, exgerente de fondos mutuales y fundador de un instituto de investigación sobre los desequilibrios financieros en la Escuela de Estudios Económicos de Londres, dijo a la revista alemana Spiegel-Online (25 de agosto del 2011) que el desenvolvimiento de las últimas semanas ha puesto en claro que los mercados financieros —que crecen hasta aplastar las economías— no funcionan adecuadamente, que la situación está quedando fuera de control y deviene "potencialmente peligrosa para la sociedad (porque) el mercado no está alcanzando el equilibrio, sino cayendo en el caos".

Ante la perspectiva de otro aumento de la pobreza y la miseria de los endeudados pueblos, para decirlo francamente, la oligarquía financiera global ve una oportunidad más de seguir enriqueciéndose con la implantación definitiva de un sistema rentista que nos hace retroceder a la servidumbre, como dice el profesor y economista Michael Hudson.

En este contexto bien vale la pena leer (y reflexionar) sobre la contribución que el economista y antropólogo David Graeber hace para explicar las grandes crisis financieras del pasado, desde los orígenes de las civilizaciones, crisis por deudas impagables, y así entender el peligro de colapso social que nos amenaza.

En la antigüedad —explica Graeber en la entrevista citada— el peor escenario posible, temido por todos porque podía llevar a un colapso social total, era una gran crisis de deudas: al devenir deudora frente al uno o dos por ciento de la población, la gente ordinaria se vería obligada a vender a miembros de la familia como esclavos, o eventualmente a venderse a sí mismos.

Y refiriéndose a la actualidad, el economista y antropólogo explica que en lugar de crear alguna institución de gran alcance para proteger a los cientos de millones de ciudadanos que están aplastados por las deudas, y a los Estados que se endeudaron al socializar las pérdidas de los grandes bancos e instituciones financieras privadas, se han creado esas grandiosas instituciones de escala mundial para proteger a los acreedores, como el FMI o Standard & Poor, que esencialmente declaran —y en total desafío a la lógica económica tradicional— que a ningún deudor se le debe permitir la mora, que no pague. No hace falta decir que el resultado será catastrófico. Estamos viviendo algo que a mí, por lo menos, me parece exactamente lo mismo que más temían los antiguos: una población de deudores patinando al borde del desastre. (Tomado de ALAI/AMLATINA)

*Alberto Rabilotta, periodista argentino

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