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Sindicalísimo

Campesinos norteamericanos contra el boicot económico a Cuba

Publicado por Orestes Eugellés Mena

Carta del presidente de la Asociación de Campesinos de Estados Uni­dos, F.W. Stover dirigida al Comandante en Jefe, Fidel Castro, en 1960

Periódico Revolución 10 de agosto de 1960. Foto: Archivo

El pasado 6 de julio, Granma publicó el artículo Sin cuota pero sin amo, acerca de la agresión económica que, en 1960, el gobierno de Dwight D. Eisenhower perpetró contra la nación cubana al rebajarle la cuota azucarera en el mercado de Estados Unidos. En Cuba, la Federación Nacional de Tra­bajadores Azu­careros (FNTA) y el Gobierno Revo­lu­cio­nario encabezaron las protestas del pueblo ante esa acción que reducía los ingresos del pueblo cubano. En Estados Unidos, al igual que en diferentes lugares del planeta se alzaron voces contrarias a esa ley. Prueba de ello es la carta que la Asociación de Campesinos de Estados Unidos, enviara al presidente Eisen­hower expresando su descontento contra el boicot económico iniciado contra Cuba con la reducción de la cuota azucarera.

El periódico Revolución del 10 de agosto de 1960, publicó una carta del presidente de la Asociación de Campesinos de Estados Uni­dos, F.W. Stover dirigida al Comandante en Jefe, Fidel Castro, junto con la copia de la carta que la institución que representaba le hiciese llegar al presidente norteamericano. La carta enviada a Fidel, bajo el título De los campesinos en los Estados Unidos de América decía textualmente:

Hemos pensado, estimado Primer Ministro Castro, que a usted le agradaría recibir una co­pia de la carta que le enviamos al Presidente Eisenhower hace poco tiempo. El borrador de la carta adjunta fue aprobado por nuestra Junta de Directores en su reunión regular de julio 13.
Muchos de nuestros campesinos aquí se están arruinando a pesar de nuestra excelente tierra y de la más eficiente maquinaria y métodos de producción de todo el mundo.

Lo que nos han hecho la Administración de Eisenhower y su Secretario de Agricultura Ben­son, es una larga y triste historia.

Considero que tenemos mucho en común y que debemos de tratar de comprender los problemas de uno y otro. Estoy convencido de que una cosa tenemos en común y es el anhelo de la paz y la libertad.

Nosotros no solamente deseamos hacer todo lo que sea posible para evitar una guerra nuclear, queremos terminar la Guerra Fría y el programa de enormes gastos militares y la dominación militar de nuestra economía.

A nombre de nuestra Asociación, le extiendo los mejores deseos a usted y a su buen pueblo.

Los campesinos norteamericanos que apoyaban a Cuba, eran a su vez, víctimas de las medidas tomadas por Ezra Taft Benson, Se­­cretario de la Agricultura. Benson, quien servía simultáneamente en el gabinete de Estados Unidos y en el Quórum de los Doce, apoyado por el presidente estadounidense, se opuso al sistema de sostenimiento de los precios por parte del gobierno y negó cualquier tipo de ayu­da a los agricultores, argumentando que eso contribuiría “al inaceptable so­cia­lismo”.

En la carta, dirigida al presidente Eisen­ho­wer, los campesinos escribieron:

Estimado señor Presidente:

Le dirigimos esta carta para expresarle nues­tro descontento ante la forma en que ha ma­nejado la situación cubana. Nuestra Junta de Directores, en su reunión de hoy, acordó ma­nifestar su enérgica protesta contra el boycot económico, del cual es muestra la reducción de la cuota azucarera cubana, y estamos aún más preocupados por las veladas amenazas militares dirigidas contra el Gobierno del Pre­mier Fidel Castro.

Nos sorprendió enterarnos de la sugerencia de que las diferencias con Cuba fueran referidas a la Organización de Es­tados Ame­ri­ca­nos. Tenemos entendido que la Carta de la OEA (artículo 16) prohíbe esta clase de guerra eco­nómica que se está llevando a cabo actualmente contra Cuba, bajo su dirección. Si estamos equivocados en cuanto a esto, le agradeceremos que nos lo aclare.

Cuba ciertamente necesita reforma agraria y la nacionalización de algunas industrias bá­si­cas no puede en modo alguno considerarse co­mo justificación para el bombardeo diplomático al cual está siendo sometida, especialmente dado que nuestro país está ofreciendo sub­sidios a otros países que han hecho lo mis­mo.

Ya que nuestro Gobierno ha instituido, alentado y patrocinado reformas agrarias en el otro extremo del mundo para ganar algunas ventajas políticas allí, ¿no resulta una posición ridícula la de ponernos a vociferar contra un vecino en este hemisferio por tomar la decisión de llevar a cabo un poco de reforma agraria a su propio modo?

Es nuestro cuidadosamente estudiado pun­to de vista, señor Presidente, que no le cuadra a un Gobierno que acaba de ser cogido en serias falsificaciones respecto a asuntos internacionales, el dignarse ahora hacer sermones políticos moralizadores a un nuevo Gobierno que lucha heroicamente por libertar a su pueblo de la explotación opresiva de monopolios extranjeros.

Tomamos nota también de la referencia que se está haciendo ahora a la prácticamente olvidada Doctrina Monroe, y a la posibilidad de invocarla para detener la expansión comercial y el intercambio de relaciones culturales entre Cuba y la Unión Soviética.

Un país que se ha extendido por todo el glo­bo con sus bases militares, sin consideración a la esfera de influencias de cualquier otro país, un país que no aceptaría una Doctrina Monroe para Asia, no puede esconderse tras esta maltratada hoja de parra.

Más aún, la mejor respuesta a este tipo de amenaza está dentro de la propia Doctrina Monroe. Esta doctrina de 1823, mi estimado señor Presidente, fue la advertencia de James Monroe a la Santa Alianza de Europa. Monroe dijo: “Aléjense del nuevo mundo” a los Mo­nar­cas de Europa, no a países nuevos que acaban de obtener la independencia. A cambio de esto, él se comprometía a mantenerse alejado de las guerras de los poderes europeos en las cuales “nunca hemos tomado parte alguna, ni se com­pagina en nuestra política el hacerlo”.

No es lógico que ignoremos esta Doctrina cuando ya no se compagine con nuestra política y después empleemos una especial interpretación de la misma cuando así convenga a nuestros intereses.

No hemos olvidado la naturaleza y el carácter de nuestros propios orígenes nacionales ni el espíritu revolucionario que movió a nuestros antecesores a preparar nuestra Declaración de Independencia.

Existen buenas razones para creer que lo que el pueblo cubano ha sufrido supera con mucho “la larga cadena de abusos y usurpaciones”, de que nuestros colonialistas se quejaron en 1776.

Queremos que sepa usted, señor Pre­si­den­te, que no son solamente nuestros hermanos de piel oscura del sur de la frontera los que simpatizan con las esperanzas y aspiraciones de Fidel Castro y su pueblo, sino que los campesinos del corazón de los E.U.A., que aún no han sido Bensonizados de sus fincas, también sien­ten esa simpatía.

Queremos vivir en paz y amistad con el pueblo cubano y esperamos que nuestro Go­bierno nos represente a nosotros, no solamente a unos cuantos monopolios sin conciencia que quieren explotar el trabajo y los recursos de Cu­ba.

Si la clase de reforma agraria que nosotros instituimos en el Japón es buena, ¿por qué entonces es tan mala la reforma agraria cubana? ¿Y por qué no van a estar sujetos a las leyes de Cuba los monopolios extranjeros en ese país?

Hemos oído hablar mucho acerca del derecho de los pueblos a la autodeterminación. Pro­bemos ahora que decimos lo que sentimos.

En cartas como esta se pone de manifiesto el contraste entre los sentimientos y la actuación del gobierno estadounidense y de su pueblo en relación con la Revolución Cubana. Estas misivas legitiman las palabras de Fidel cuando dijo: “Una de las cosas más di­fíciles para nosotros es que siempre tenemos que explicar la diferencia entre el pueblo y aquellos que son responsables de actos a los que no se puede culpar al pueblo”. Y más adelante afirmó: “Cualesquiera que sean las dificultades, siempre habrá amor para el pueblo de los Estados Uni­dos”.[1]

[1] Revolución, 23 de septiembre de 1960, La Habana, p. 15.

Tomado de Granma

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