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Sindicalísimo

Aniversario 65 del asesinato de Jesús Menéndez

Publicao por Orestes Eugellés Mena

Tomado de Granma

Creo que si me corto las venas corre por mi sangre un río de guarapo amargo

El 14 de diciembre de 1911 en la finca La Palma, a dos kilómetros y medio de Encrucijada, en la actual provincia de Villa Clara, nació el querido líder de los trabajadores azucareros Jesús Menéndez.

Jesús, como decenas de miles de niños en todo el país por esa época, sufre hambre y calamidades.

A los 18 años de edad ya había dedicado un tercio de su vida al trabajo: machetero desde los 13 años, vendedor ambulante, obrero de escogida de tabaco, retranquero de trenes y purgador de azúcar. De su vida decía Jesús: Empecé temprano a buscarme la vida. Éramos muchos en mi casa para que alcanzara el pan para todos. El hambre entre tantos suma una cifra: desesperación. Y me fui un buen día a vender mi fuerza de trabajo. Eran los días terribles del pago en vales en los ingenios, de la extorsión terrible. Creo que si me corto las venas corre por mi sangre un río de guarapo amargo.

La brillante vida revolucionaria de Jesús Menéndez lo hizo merecedor de la confianza, el respeto y el reconocimiento de todos los trabajadores de Cuba, y muy especialmente de los obreros del azúcar a los que él representaba. Su valentía la demostró en diversas situaciones, no se amedrentó jamás ni ante el chantaje ni la amenaza. Ese reconocimiento, confianza y respeto se hicieron patentes en el cariño y la admiración que los trabajadores le demostraron siempre. Desde dirigente sindical de base —y es el mejor ejemplo— fue llevado por los trabajadores hasta el más alto cargo del sindicato que representó: Secretario General de la Federación Nacional de Trabajadores del Azúcar (FNTA).

Su vida como militante comunista fue inseparable de su condición de dirigente. Era un hombre siempre atento a las necesidades de su pueblo, que lo eligió como Representante de la Cámara, donde su voz se hizo escuchar innumerables veces en defensa de los trabajadores.

Jesús Menéndez condujo importantes luchas que lograron muchas mejoras para los obreros del azúcar, entre ellas: el primer convenio colectivo de trabajo, la creación del retiro azucarero, el decreto sobre el régimen salarial, el decreto sobre higienización de bateyes, la participación obrera en negociaciones de zafra, así como el diferencial azucarero, considerado como una de las mayores conquistas de la clase obrera cubana anterior a 1959.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Menéndez se opuso a la decisión del gobierno de Ramón Grau San Martín de establecer y congelar por dos años el precio del azúcar para Estados Unidos en un nivel mucho más bajo que el que establecía el mercado internacional. Asesorado por el economista Jacinto Torras y apoyado por la movilización de los trabajadores del azúcar, Menéndez exigió y obtuvo que el sindicato participara de las negociaciones que se realizaron en Washington, logrando imponer una "cláusula de garantía" que estableció que el precio de azúcar exportada aumentaría en la misma proporción que el precio de los productos de primera necesidad que Cuba importaba de Estados Unidos. Debido a esta cláusula, los trabajadores del azúcar obtuvieron a fin de año un salario extra del 13,42 %, que se conoció como "diferencial azucarero".

En 1947, el gobierno de Grau San Martín siguió las presiones norteamericanas y aceptó una reducción drástica del porcentaje establecido para el "diferencial azucarero" de ese año, lo que agudizó las acciones de lucha del movimiento sindical hasta que el gobierno ordenó la detención del dirigente comunista, en un evidente acto de provocación debido a que Jesús Menéndez gozaba de inmunidad en su condición de representante a la Cámara por el Partido Socialista Popular.

El 22 de enero de 1948, el capitán Joaquín Casillas subió en Manzanillo al tren en el que viajaba Menéndez con la intención de detenerlo. Debido a su inmunidad, el dirigente sindical rechazó la orden por ilegal y se negó a seguir al militar, dándole la espalda. Casillas entonces le dispara, dándole muerte.

La monstruosidad de aquel vil asesinato no pudo acabar con la leyenda del destacado comunista, a quien se le recuerda en Cuba como el General de las Cañas.

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