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Sindicalísimo

The New York Times: España, cuando el hambre aprieta

Publicado por Orestes Eugellés Mena

MADRID - En una noche reciente, una joven de aspecto moderno estaba hurgando entre un montón de cajas en la parte exterior de una tienda de frutas y vegetales de la comunidad de clase obrera de Vallecas a la hora en que cerraban los negocios.

A primera vista, ella lucía como que podía ser una empleada de la tienda. Pero no. La joven estaba buscando entre la basura del día su próxima comida. Ya había encontrado una docena de papas viejas que ella consideró comestibles y las había introducido en el carrito para equipaje que tenía estacionado cerca.

“Cuando uno no tiene dinero suficiente”, dijo ella, rehusando dar su nombre, “esto es lo que hay”.

La mujer, de 33 años, contó que ella había trabajado en la oficina de Correos, pero que sus beneficios por desempleo se habían agotado y que ahora vivía de 400 euros al mes, alrededor de $520. Vivía agachapada con algunas de sus amistades en un edificio que todavía tenía agua y electricidad, y sobrevivía a base de recoger “un poco de todo” de la basura durante la hora en que las tiendas cerraban y las calles estaban oscuras y tranquilas.

En España, estas tácticas de supervivencia se están tornando en algo cada vez más común, con una tasa de desempleo de más del 50% entre los jóvenes y una cantidad cada vez mayor de familias con adultos sin empleo. Tan dominante es el problema de hurgar en la basura que una ciudad española ha tenido que recurrir a instalar candados en los contenedores de basura de los supermercados como una medida de precaución de salud pública.

Un informe de este año de la institución de caridad católica Caritas decía que había alimentado a cerca de un millón de españoles en 2010, más del doble que en 2007. Dicha cantidad volvió a subir en 2011 por 65,000.

Mientras España trata desesperadamente de cumplir con sus objetivos presupuestarios, se ha visto obligada a embarcarse en la misma ruta que Grecia, introduciendo una medida de austeridad tras otra, reduciendo empleos, salarios, pensiones y beneficios, aun cuando la economía continúa encogiéndose.

CRISIS DEMOLEDORA

Más recientemente, el gobierno incrementó por tres puntos porcentuales el impuesto sobre el valor añadido, llegando hasta el 21%, en la mayoría de los productos, y por dos puntos porcentuales el de muchos artículos alimentarios, haciendo la vida más difícil todavía para aquellos que viven en situación precaria. Y es poco el alivio que está a la vista cuando los gobiernos regionales de la nación, enfrentados a su propia crisis presupuestaria, están recortando una serie de servicios que anteriormente eran gratuitos, incluyendo los almuerzos escolares para familias de bajos ingresos. Para una cantidad cada vez mayor, la comida en los contenedores de basura es lo único que le ayuda a poder llegar a fin de mes.

Recientemente, en el enorme mercado de frutas y vegetales al por mayor que se encuentra a las afueras de esta ciudad, los obreros se movían afanosamente, cargando cajas en los camiones. Pero virtualmente en cada plataforma de carga había hombres y mujeres recogiendo furtivamente artículos que habían ido a parar a la acera.

“Va en contra de la dignidad de estas personas el que tengan que buscar comida de esta manera”, dijo Eduardo Berloso, un funcionario de Girona, la ciudad que cerró con candado los contenedores de basura de sus supermercados.

Berloso propuso la medida el mes pasado tras oír a los trabajadores sociales y ver por sí mismo una noche “el humillante gesto de una madre con hijos mirando los alrededores antes de meter las manos en los contenedores”.

El informe de Caritas encontró también que el 22% de las familias españolas vive bajo el nivel de pobreza y que alrededor de 600,000 no tenían ningún ingreso. Se espera que todas esas cantidades empeoren en los próximos meses.

Alrededor de una tercera parte de los que solicitan ayuda, según el informe de Caritas, jamás había usado un banco de comida o un comedor comunitario antes de que la crisis económica azotara. Para muchos de ellos, la necesidad de pedir ayuda es profundamente embarazosa. En algunos casos, las familias acuden a bancos de comida en los pueblos vecinos para evitar que los vean sus amistades o conocidos.

Ramon Barnera, quien dirige los programas de Caritas en Girona, explicó que la organización se dio cuenta temprano de que la vergüenza era un factor que impedía a las personas venir y solicitar comida. Por esto, hace tres años, fue útil crear centros de distribución de alimentos que parecían más bien supermercados, y removieron el nombre de caridad del exterior del edificio.

“Buscamos un sistema que les diera dignidad”, señaló Barnera. “Esto no es fácil para la gente”.

Una mañana reciente, Juan Javier, de 29 años, quien había venido a recoger leche, pasta, vegetales y huevos en uno de los centros de distribución, fue uno de los pocos clientes dispuestos a discutir sus circunstancias. Un eximpresor ha estado sin trabajo por dos años.

“Me gustaría tener trabajo”, dijo él, “y no tener que acudir aquí”.

Hay muchos que piensan así.

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