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The Guardian: Más de 30 cadáveres de gadafistas fueron exhibidos en las calles por los opositores

Publicado por Orestes Eugellés Mena

 

libia07Las matanzas fueron despiadadas. Tuvieron lugar en un hospital improvisado, en una carpa marcada claramente con los símbolos de la Media Luna Islámica. Algunos de los muertos estaban en camillas, atados a cánulas de suero. Algunos estaban en la parte de atrás de una ambulancia a la que se le había disparado. Unos pocos estaban en el suelo, aparentemente habían tratado de arrastrarse hasta un lugar seguro cuando fueron alcanzados por las balas. Unos treinta hombres estaban descomponiéndose en el calor. Muchos de ellos tenían las manos atadas atrás, ya fuera con esposas o con sogas. Uno tenía una bufanda en su boca. Casi todas las víctimas eran hombres negros. Sus cuerpos habían sido tirados cerca de la escena de dos de las feroces batallas entre rebeldes y fuerzas del régimen en Trípoli.

“¡Vengan a ver. Estos son negros, africanos, contratados por Khadafi, mercenarios!”, gritaba Ahmed Bin Sabri, levantando una solapa de la carpa para mostrar el cuerpo de uno de los pacientes muertos, su remera gris manchada de rojo oscuro por la sangre, la cánula de agua salina en su brazo negra, con moscas. ¿Por qué un hombre herido, recibiendo tratamiento fue ejecutado? Sabri, más un seguidor del campo que un combatiente, se encogió de hombros. Aparentemente, le resultaba incomprensible que se hubiera hecho algo malo.

Los cadáveres estaban en los bordes de pasto de dos grandes rotondas entre Bab al Aziziyah, el complejo de Muamar el Gadafi atacado por los revolucionarios durante el fin de semana, y Abu Salim, un distrito leal que había vivido tres días de violencia extrema.

Las Naciones Unidas ayer emitieron un llamado urgente pidiendo contención a ambos lados en el sangriento y amargo final de la rebelión, apoyada por la OTAN. Pero la sed de venganza ha sido difícil de controlar, de lo cual las morgues, los hospitales y los campos urbanos de matanzas de la capital libia pueden dar testimonio.

La nefasta advertencia en la última emisión de Gadafi de que la población de Trípoli sería perseguida por los opositores y las mujeres serían violadas en sus hogares es insustancial, como lo son las advertencias similares de su vocero, Moussa Ibrahim. Pero el creciente número de muertes de hombres de Africa subsahariana a manos de los rebeldes, linchamientos en muchos casos, haciendo preguntas perturbadoras sobre la administración de la oposición, el Consejo Nacional de Transición (CNT), tomando el lugar del gobierno libio, y sobre los occidentales que lo apoyan.

Las atrocidades aparentemente no han sido confinadas a Trípoli: Amnistía Internacional ha informado sobre violencia similar en la ciudad costera de Zawiyah, gran parte con hombres de Africa subsahariana, quienes, se afirma, eran trabajadores inmigrantes.

The Independent entiende que las atrocidades sospechadas de los combatientes rebeldes fueron informadas en días recientes a miembros del CNT por funcionarios británicos, quienes dejaron clara su “preocupación” ante los informes que llegaban de Trípoli y la expectativa en Londres de que cualquiera sospechado de crímenes de guerra se enfrentaría a un juicio. La Cancillería subrayó que las aparentes ejecuciones de los soldados pro Gadafi no estaban todavía verificadas.

Un vocero dijo: “Estamos conscientes de los informes, pero no tenemos los medios para verificarlos. Condenamos todos los abusos a los derechos humanos. El liderazgo del CNT ha dejado bien en claro la necesidad de evitar la violencia y represalias y ha dicho repetidamente que cualquiera que fuera encontrado culpable de crímenes de guerra sería tenido en cuenta. Hemos enfatizado la importancia de esto en nuestras conversaciones con ellos”.

Pero, para algunos en el terreno en Trípoli, las opiniones son diferentes. Desde el comienzo del levantamiento en febrero pasado, la oposición ha tratado de mostrar el conflicto como peleado por patriotas libios contra armas extranjeras contratadas por el gobierno. Unas pocas de esas historias tomaron un giro descabellado, tales como un equipo femenino de francotiradoras, o serbias o colombianas, dependiendo de la versión. Pero fueron los hombres negros, muy a menudo trabajadores inmigrantes quienes pagaron un precio letal después de ser acusados de mercenarios.

Sólo unos pocos de los muertos encontrados en la rotonda ayer estaban con uniforme. Sin embargo, el caso es que las fuerzas del gobierno a menudo estaban con ropa civil durante los combates en Trípoli. La lucha en la calle por Abu Salim fue particularmente violenta con francotiradores del régimen, siendo las víctimas mortales de entre las filas de los combatientes voluntarios de Al Shabaab. Las pérdidas y la frustración ante la terca resistencia del enemigo después de la entrada a la capital, en los últimos días condujeron a algo parecido a la furia entre algunos de los sublevados.

“¡Nos están disparando y por eso mueren!”, dijo Mushab Abdullah, un combatiente rebelde de 35 años, de Misrata, señalando los cuerpos. “¡Había sido realmente duro en Abu Salim, porque estos mercenarios saben esto, sin que Khadafi los proteja están en grandes problemas. Es por eso que luchan tan ferozmente!” Su compañero, Mohammed Tariq Muthar, los contaba con los dedos de la mano: “¡Hemos encontrado mercenarios de Chad, Nigeria, Mali y Ghana, todos con armas. Y nos atacaron!”.

Pero, si los hombres habían muerto en acción, ¿por qué tenían las manos atadas a sus espaldas? “Quizás estaban heridos y tuvieron que ser traídos a este hospital y las esposas era para que no atacaran. Y luego algo anduvo mal”, sugirió Abdullah.

Los “colaboradores” étnicos libios también fueron sujetos a la atención punitiva de los opositores. En la prisión de Abu Salim, un lugar de terror donde 1200 prisioneros fueron masacrados en 1996, las puertas fueron abiertas de par en par por los revolucionarios el jueves, dejando en libertad a 4000 prisioneros. Ahora se habla de usar el complejo para los prisioneros del régimen.

Mientras, Ahmed Safar Warfalla estaba detenido en una “celda” temporaria, una habitación cerrada con llave en una escuela en el suburbio de Tajoura. Warfalla había sido acusado de divulgar propaganda proGadafi. Tres mercenarios de Chad habían estado detenidos en el mismo lugar y habían sido trasladados ya a la prisión y la milicia local estaba considerando qué hacer con él.

“Me acusan de un crimen, pero esto es lo que hice”, dijo Warfalla sacando una copia del Corán de su bolsillo y señalando al cielo. ¡Alá y Libia!, gritó. “¿Ellos tienen tecnología de la OTAN? Esta es tecnología árabe, musulmana. No seremos derrotados.” Después de una breve consulta, la milicia decidió dejar libre a Warfalla. “Qué sentido tiene mantenerlo; el hombre está loco”, dijo Adussalem Mohammed Ashur. “Si fuera yo y yo fuera un prisionero de Gadafi no hubiera salido tan fácilmente. La gente ha desaparecido por decir cosas.”

Mientras, aviones de guerra Tornado GR-4 de la RAF dispararon misiles cruceros a un bunker en Sirte, la ciudad natal de Gadafi que sigue repeliendo los ataques de los rebeldes. Ahmed Bani, un vocero del ejército para CNT, dijo que “quizás esto ayude. Quizá los mercenarios de ahí huirán. Esto le permitirá a la gente local levantarse y poner fin a esto”.

* Con información de The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

(Tomado de Cubadebate)


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